No en balde, se llama La vida feroz

“Podrás ser más talentoso que yo, podrás ser más inteligente que yo, pero si los dos nos subimos a una cinta de correr, va a pasar una de dos cosas: o tú te bajas primero o yo me voy a morir.”
Will Smith

lavidaferoz (portada)Dicen que si eliminásemos todas las arañas de la faz de la tierra, al poco tiempo moriríamos aplastados bajo el peso de las nubes de moscas. Exagerada o no la afirmación, si algo sí es cierto es que más allá de las antipatías que, por capricho o arbitrario sentido moral, nos produzcan ciertas especies, en la vida natural no hay buenos ni malos. Cada uno cumple su rol en ese diseño de fino equilibrio. Y lo hace todo lo bien que lo sabe hacer.
La energía que pone a andar al mundo es una infinita lucha de fuerzas que se oponen unas a otras, perdiendo a veces, ganando otras pocas, cambiando de lugar cada tanto, a fin de producir ese equilibrio. Un equilibrio que no siempre se entiende, pero parece estar mejor diseñado de lo que uno creería.
Ni modo, no nos fue concedido leer la letra pequeña del contrato.
Es por eso que a veces la gente ni sabe contra qué lucha. En ocasiones ni siquiera se percata de que lo hace. No se ha detenido a pensar en ello y se levanta todas las mañanas a hacer lo de siempre. Precisamente: luchar, pero como nació haciéndolo, no lo ve de esa manera.
Bien visto, el asunto no es tan malo. Eso de enfrentar adversidades con mínimas posibilidades de éxito, resulta tan agobiante que conviene vivir en la inocencia. Sobre todo porque la última de las contendientes ha resultado imbatible en todos sus combates.
(Sí, esa: la Abuela, la Doña, la Vieja, la Patrona, la… esa misma.)
Por tanto, la única estrategia para seguir sobre el ring, volviendo al centro tras cada contienda, es no pensar demasiado en la cuestión.

La lucha por sobrevivir es lo que mantiene el equilibrio. Pero no peleamos en igualdad de condiciones, peleamos contra la máquina. Cualquiera, con un poco de cultura de videojuegos, sabe de qué estamos hablando. Es una lucha diseñada para que sintamos que podemos ganar y, con la carnada correcta, nos engolosinemos con esa posibilidad. No en vano, cuando se le pone la suficiente persistencia, la máquina nos otorga victorias parciales. Pero es la máquina, no lo olvidemos, y tiene —como los casinos— el asunto bajo su control.
Celebraremos cumpleaños, rememoraremos polvos inolvidables, experimentaremos instantes apoteósicos, la buena fortuna nos acompañará un trecho, nos levantaremos a la persona que tanto nos gusta, conseguiremos el cargo por el que tanto nos afanamos, ganará nuestro equipo, le diremos sus tres vainas al que nos tenía hartos, llegaremos a sentirnos gloriosos, plenos, felices… nos parecerá, en fin, que vamos entendiendo las reglas del juego. Pero jamás debemos olvidar que, no en balde, se llama La vida feroz.
Y tampoco, que nada nos debe quitar las ganas de jugarlo.

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